domingo, 28 de febrero de 2016

La osita con la mirada perdida

Era un viernes apresurado, era el fin de una gran temporada de colegio, el día final, después de este no habría otro. 5 años habían transcurrido de los cuales 4 habían sido parte de mi. Año tras año iniciando los meses de marzo con los cuadernos los lapiceros en algunas ocaciones alguna traspié. Pero todo bonito pues el tiempo transcurría y nuestras vidas se iban consolidando como se consolida la tierra, lluvia tras lluvia el polvo se hace barro luego roca cada vez más dura.

Tenia un plan para ello, hace ya varios meses ella lo había mencionado, me había hablado de un oso grande; un muñeco suave que en mi pensamiento muy pocas veces se habría presentado pues provengo de una sociedad en que no se ven ese tipo de detalles. 

Para mi era un día de universidad y de trabajo, ya en esos días me ocupaba de desarrollar software como freelance, palabra en ingles para señalar a un programador de software informal.
No poseía mucho capital para mi costoso muñeco, de manera que fui al centro comercial que se ubica en el centro de la ciudad, un par de escalones y me ocupe de encontrar al oso más bonito de los mostradores. Perritos, gatitos, hipopótamos se asomaban con sus ojos de vidrio o plástico brillante solicitando ser llevados, ser liberados de una población que día día se limitaba ver a las personas transitar.

  • Cuanto vale ese hipopótamo? pregunte.
  • 70 soles.
No era tan grande como se supone de debía ser. Pero en ese entonces mi duda era: Cuán grande tenia que ser el peluche?

Entre pensamientos y selección de peluches una idea iluminó mis recuerdos. Había otro lugar en el que se podría conseguir este tipo de objetos. Un lugar que en otros tiempos había sido parte de la diversión de muchos jóvenes. Un área conocido como “Plaza astoria”. Pero que ahora era un conjunto de galerías de venta de todo tipo de artículos para el hogar, para el ocio y por supuesto para los jóvenes enamorados. Mi caminar fue apresurado ya que recorrí 5 cuadras en 2 minutos. 
Cuando me encontraba en el lugar mi suerte no fue diferente, si bien es cierto los peluches también estaba en los mostradores igual con precios desorbitares y lo mismo que en el local anterior, no había ninguna que podía llamarme la atención tanto como para pagar alguna dinero.
Tenia el pensamiento de que si iba a regalar un peluche debía de ser el más bonito.

Por segunda vez me descubrí buscando el peluche deseado en el centro comercial del centro de la ciudad. Y esta vez decidido a comprar un peluche; podría haber pasado los siguiente 2 años buscando el mas bonito y de bajo precio pero el tiempo transcurría y tenia el miedo me iba agobiando pues no sabia que iba a ocurrir que si de pronto ella salia del colegio y ya no la encontraba. 
Una sorpresa, esa era mi idea ya que fácilmente pude haber llevado el regalo a casa de ella no obstante perdería el sentimiento de alegría y sorpresa cuando ella lo recibiera en casa. Ya saben ese tipo de sentimiento en el que puedes presumir a todos tus amigos la dicha de recibir un detalle, y era un detalle de proporciones poco comunes. 

De entre todos los peluches visualice uno que se encontraba como con mirada perdida, era una osita que al parecer no buscaba ser comprada, mas bien pasaba desapercibida, dejada y acostumbrada  al tiempo y a sus caprichos.  

  • Y esa cuanto vale?
  • 95 soles.
Mentalmente hice un pequeño presupuesto para las semanas siguientes y concluí que con un poco de dificultad podía financiar el regalo. El pago del oso fue fácil, salvo por las personas que por ahí transitaban y murmuraban las dicha que iría a tener la joven que reciba tal obsequio. 

  • No tiene una bolsa de regalo?
  • Si pero son dos soles mas.
Los nervios sobre mi empezaban a situarse, puesto que salí del centro comercial con la idea de conseguir un taxi lo más pronto posible y como es común que no cobre mucho. No fue que hasta el tercer stop de taxi pude subirme en el y ya, ya me encontraba en curso.
El temor y la timidez de las personas murmurando, y ese sentimiento de ser capaz de hacer feliz a la persona que amo me llenaba de fortaleza. 

Eran las 2 de la tarde.

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